Por Francisco Portes B.- El viernes 10 de este mes de enero, la República Bolivariana de Venezuela entrará en el centro de una encrucijada entre la juramentación como presidente de Edmundo González, escogido de forma libérrimamente democrática por el pueblo que está sediento de libertades en todos los órdenes, político, económico y social, que significa la vuelta a la institucionalidad general e instauración de la paz; o si se impone Nicolás Maduro, a quien llaman Nicolás Podrido, quien trata de quedarse por la fuerza al mando del Estado venezolano, falseando los resultados de las pasadas elecciones.
Ya anunció su entrada al país el real o único ganador de ese reñido certámen electoral en el que fue vergonzosamente aplastado el Sátrapa maduro, que se va a cualquier precio, porque los venezolanos no aguantan más el mar de precariedades imperante en el país sudamericano que antes navegaba en la abundancia, mientras ahora hambre y miseria es el apellido que le ha legado un miserable presidente, tozudo a la vez.
El pueblo venezolano contó los días que le quedan al régimen opresor de Nicolás Podrido o putrefacto, no solo en el poder; sino en el país, también a sus esbirros y asesinos seguidores.
Esos que están sedientos y famélicos de sangre del pueblo, que han asesinado a miles de inocentes y a quienes decidieron luchar por las libertades y el mejoramiento nacional.
Los venezolanos están esparcidos por todo el globo terráqueo, huyendo a las precariedades y al hambre a que los tiene sometidos el régimen opresor.
Es casi probable que Edmundo concite el apoyo de los Estados Unidos, para ponerle fin a la dictadura y cortar las alas al sufrimiento del pueblo. La salida o salvación de Maduro es la huida, tomar un avión desde el Palcio de Miraflores o sede oficial del gobierno.