Por Francisco Portes B.- Antes de que me tocara apreciar la acre experiencia de asistir a la Fiscalía de mi Santo Domingo Este en procura de poner una denuncia, ya estaba rebozado de escuchar y recibir los lamentos hasta lacrimógenos de los usuarios de los servicios que allí se ventilan.
La impotencia que se viven en esta Fiscalía no tiene parangón ni semejanza con nada, lo que hace que muchos de los afectados por diferentes hechos cometidos en su contra no vean cumplir sus sueños de que sus verdugos paguen por los daños cometidos y provocados en contra.
Hoy me tocó a mí, en persona visitar la “Casa de Satanás” y en mi propio pellejo sentir la antorcha con el fuego a su mayor expresión y calidad del calor, relacionada con un servicio, pésimo, ralentizado y carente de cortesía.
En virtud del uso inapropiado de una de mis tarjetas bancarias, por desaprensivos, fui a la Fiscalía a poner la denuncia por sucedido.
La ralentización pasmosa del proceso desespera a quienes acuden en busca del servicio y la protección de la institución, para pasar de un usuario a otro se produce un frisado de aproximadamente 45 minutos a una hora, habiendo un cúmulo de personas en espera y muchas veces malhumorados por la tardanza para ser llamados, porque aparentemente no hay recursos humanos suficientes para satisfacer la demanda del municipio más poblado del país.
Una vez atendido en la primera planta, entonces me tocó hacer otro turno en la tercera, aquí sí que fue difícil, cansado de estar sentado y con un desagradable ruido que se produce, por la cantidad de gente hablando juntos y asientos duros y resbaladizos me vi compelido a pararme en varias ocasiones.
Al ver avanzar el tiempo sin que me llamen, acudí a un cubículo y pregunté por mi turno, recibiendo como respuesta: “Su caso está para mañana, ya hoy no hay tiempo para tratarlo”. En ese momento eran justamente las 3:00 p.m., esto me llenó de impotencia y desconsuelo, porque no fueron capaces de decirlo a tiempo para uno marcharse; si no me paro a preguntar, presumo que cerrarían la oficina, por la hora de salida y no nos dicen nada aún.
El procurador Fiscal titular, Milciades Guzmán Leonardo, tiene que recargar las baterías en esa dependencia, porque, por lo visto, está teniendo un paupérrimo desempeño y eso se mide en todas las instituciones del Estado.