POR ANTONIO CONTRERAS B.- Los microorganismos, la inmunidad y el comportamiento Un estado de eubiosis (una microbiota en perfecto equilibrio) es esencial para la salud. Los pacientes necesitan ser escuchados individualmente, estudiados individualmente y tratados de forma global por un equipo multidisciplinar, cada uno desde su especialidad médica o sanitaria correspondiente, además de contar con profesionales que apoyen su práctica en evidencias científicas para lograr la excelencia en la atención clínica.

 

Los investigadores en psiconeuroInmunoendocrinología (PNIE) buscan entender el mecanismo por el cual el ser humano mantiene o pierde el equilibrio que supone la salud. El sistema inmune está comunicado con el sistema nervioso central y el sistema endocrino, su interacción afecta la salud emocional, anímica y social. El microbioma impacta en el funcionamiento de los sistemas nervioso, endocrino e inmune y, por tanto, tiene también relación con la conducta.

La relación de los microorganismos del intestino con el cerebro y el sistema inmune juega un papel clave en el estado anímico, en la memoria, en la salud emocional, en el comportamiento y en la salud hormonal. Este diálogo entre la microbiota, el sistema inmune y el sistema nervioso puede mantenerse o perderse según los hábitos de vida, afectando al equilibrio global del individuo.

Los profesionales que trabajan en este campo ven con frecuencia pacientes que sufren de estreñimiento o colon irritable y al mismo tiempo padecen de dolores crónicos, cansancio y dolor de cabeza. También se encuentran pacientes mujeres con irregularidades menstruales o dismenorrea que padecen problemas digestivos y al mismo tiempo sufren de ansiedad, nerviosismo y problemas de acné o alergias.

 

Todos estos síntomas, que en ocasiones llevan a visitar al ginecólogo, psiquiatra, dermatólogo, alergólogo o digestólogo, etc., no son independientes, están relacionados entre sí y tienen una causa común. Debido a la red de conexiones entre estos sistemas, se encuentra el escenario de que las posibles intervenciones a nivel de la microbiota intestinal pueden ayudar al paciente a recuperar o mantener su salud a nivel psiconeuroinmunoendocrino.

 

Se puede influir en este complejo ecosistema intestinal a través de la dieta, de medicamentos o de suplementos, del ejercicio físico o de la gestión emocional del estrés y también mediante los trasplantes fecales, ya que contienen bacterias sanas.

 

El equilibrio entre los estrógenos y testosterona, la exposición a tóxicos y ciertos medicamentos (no solamente los antibióticos), modifican el equilibrio intestinal y juegan un papel importante en el microbioma y la salud en general.

 

El estrés vivido durante la infancia también altera la microbiota intestinal y afecta la inmunidad, condicionando la salud emocional y otras patologías inflamatorias en la edad adulta. Hoy día todos saben que el estrés social puede condicionar el desarrollo de problemas emocionales como la ansiedad, la depresión o condicionar reacciones y conductas violentas.

 

Lo que se conoce menos es que el sistema inmune está directamente implicado en estas respuestas sociales. El estrés físico y emocional afecta al sistema inmune por medio de las citoquinas que son inmunomensajeros, los cuales fabrican las células del sistema inmune.

 

Las experiencias estresantes en la infancia que provocan mayores niveles de citoquinas inflamatorias en el sistema inmune, podrían condicionar cambios en el cerebro que implican un mayor riesgo de padecer depresión en la edad adulta. Las inflamaciones que se padecen siempre van ligadas a ciertas conductas o estilos de vida.

 

Se sabe que las personas que tienen un comportamiento más agresivo poseen niveles más elevados de citoquinas proinflamatorios, además tienen el sistema inmune desequilibrado y también una cicatrización de las heridas más lenta. Las personas más deprimidas tienen al mismo tiempo el sistema inmune más desequilibrado. Así, si alguien está preocupado por su estado de ánimo, si se siente cansado y desbordado, debería preguntarse por qué le está pasando esto.

 

Se suele culpar el entorno del malestar, ¿realmente el problema está en los otros? esa persona ¿se comporta de manera irritable y agresiva con los demás o por el contrario es agradecida y amable? Hay dos vías para modificar esta situación, por un lado, hacer un esfuerzo para mejorar el trato con los demás, por otro lado, la disminución de la neuro inflamación también mejorará el carácter. En ocasiones, existen “invitados especiales” en la vida. Otros microorganismos patógenos que llegan del exterior y que pueden influir en el organismo.

 

La activación del sistema inmune y la producción de citoquinas inflamatorias en respuesta a patógenos como virus, hongos, parásitos o bacterias provocarán situaciones como el cansancio, la apatía, falta de apetito, aislamiento social, somnolencia y anhedonia (incapacidad para sentir placer), los cuales son características de un cuadro depresivo.

La presencia de patógenos puede ser sospechada si en la analítica de sangre se comprueba un porcentaje de los linfocitos reiterativamente elevados por infección viral, o un porcentaje de los basófilos eosinófilos altos por infección parasitaria o, tal vez, un porcentaje elevado de los neutrófilos ya sea por inflamación o infección bacteriana.

 

Hasta que no sean eliminados estos patógenos provocarán cambios anímicos, fatiga y patologías consideradas crónicas, que solo lo serán mientras no se erradiquen esos gérmenes y se recupere el equilibrio de la inmunidad. Muchas veces estos pacientes han tomado durante muchos años antiinflamatorios, antidepresivos, ansiolíticos o vitaminas porque no han encontrado un profesional que les ayudará a resolver el problema por el cual se perdió la salud.

 

Las citoquinas inflamatorias fabricadas por el sistema inmune, ante la colonización por estos gérmenes, pueden atravesar la BHE (BBB en inglés) y penetrar en el sistema nervioso central, afectando a los circuitos cerebrales que controlan las emociones. Es curioso observar que las citoquinas proinflamatorias Il-6 y TNF-α aumentan después de una discusión y se reducen después de recibir apoyo y soporte social. Además, estas citoquinas inflamatorias aumentan incluso antes de la discusión, cuando se está expectante de sufrir un encuentro agresivo. Es decir, vivir una situación agresiva, desagradable o el temor a que esta ocurra implica lo mismo: inflamación.

 

Las personas que están en continuo contacto con otras que sufren dolores o inflamaciones (y esto les hace estar pesimistas y malhumorados, tolerando de manera reiterada y cotidiana una situación desagradable que no se desea vivir), sufren un impacto negativo en su inmunidad, pudiendo desarrollar fatiga crónica, depresión, en fin, empeorando su salud global. Un buen consejo es alejarse de esa sobrecarga para el sistema inmune. Es importante en este sentido, aprender a decir que no.

 

Hay que reducir en lo posible el estrés social. No hay duda de que las emociones afectan a la inmunidad y al sistema nervioso. Por ejemplo, la depresión implica mayores niveles de Il-6, citoquina inflamatoria.

 

Es importante señalar que los linfocitos tienen receptores para los neurotransmisores y las hormonas, lo que implica una interacción directa entre el sistema nervioso y el inmune. El estrés, la ira, el miedo y las emociones negativas provocan la liberación de citoquinas proinflamatorias y la activación del eje HHA y del eje simpático adreno medular (SAM) que producirá hormonas de estrés como el cortisol, prolactina, hormona de crecimiento, noradrenalina, adrenalina, entre otras, que modularán a su vez la actividad de los receptores hormonales que poseen las células de la inmunidad.

 

El sistema nervioso parasimpático (SNP) y el sistema nervioso simpático (SNS) tienen efectos sinérgicos y opuestos en el sistema inmune. El SNP tiene una función calmante, relajante mientras el SNS es estimulante, de lucha y de supervivencia. La activación del SNS aumenta la producción de citoquinas inflamatorias y, en cambio, la activación del SNP aumenta las citoquinas antiinflamatorias (Borovikova et al., 2000; Bierhaus et al., 2003; Matteoli et al., 2014).

 

Un meta análisis realizado por Irwin MR, Olmstead R, Carroll JE (2015) concluye que en los trastornos del sueño hay un aumento de las citoquinas inflamatorias IL-6 y TNF-alfa, de la PCR, una sobreexpresión del receptor inflamatorio del sistema inmune innato (TLR4) y un aumento del factor nuclear (NF)-κB. El descanso también influye en la secreción de citoquinas. Dormir en exceso provoca un aumento de las citoquinas proinflamatorias.

 

Lo ideal y recomendable es dormir 7 u 8 horas por noche. Se asociaron las horas de sueño con la mortalidad, describiendo que las personas que duermen más de 8 horas por noche tienen un 30% de riesgo mayor de muerte, sobre aquellos que duermen menos de 7 horas por noche, ya que tienen un riesgo de muerte del 12%. El descanso nocturno sin interrupción se asocia a una menor actividad del sistema nervioso simpático y una disminución de los marcadores inflamatorios. Varios estudios encuentran que los tratamientos para el insomnio y para un sueño saludable basados en el Tai Chi, la terapia psicológica, la dieta y el ejercicio físico sirven para reducir la inflamación en el organismo.

 

Se sabe que ciertas bacterias intestinales ayudan a la regulación del sistema nervioso vegetativo, tanto el simpático como el parasimpático y, por lo tanto, afectan al desarrollo y mantenimiento de la salud inmune y hormonal. Las bacterias que colonizan el tracto digestivo durante el embarazo, el parto, la lactancia materna y la vida posterior, los cuidados que el sujeto prodigan a la salud de su intestino, impactan en la salud emocional.

 

En el intestino existen bacterias con potencial psicobiótico que tienen la habilidad de fabricar moléculas con propiedades neuro activas con un papel fundamental en la fisiología y la salud emocional.

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